Carta de despedida
Hola Jose,
Es la primera vez que te escribo
y te saludo por tu nombre. Es la primera vez que siento que puedo escribirte a
ti y no a un tu superior al que no sé qué decirle. Así que lo repetiré Jose,
ahora repetiré tu nombre sin miedo porque ahora nuestro trato es de iguales, tu
no vales más que yo, yo no valgo más que tú. Ahora sí que es un trato de tú a tú.
Ahora que caigo, tú no sabes la
cantidad de cosas que te he escrito. Sí, acostumbro a escribirte muchas cartas
que nunca llegan a tus manos.
Ayer fue tu boda, por fin te has
casado, por fin conseguí sentirme libre, ayer me quitaste una gran losa de
encima. De verdad, esta mañana sentía que pesaba unos cuantos kilos menos.
Gracias por esta boda, gracias por esta oportunidad de ponerte en el lugar que
te pertenece. Llevaba semanas sin dormir, con pesadillas, temblando sin sentido
aparente y todo, por ti, por un simple tú.
Que estúpida, solo eres una
persona, una persona que ya no puede hacerme daño pero, gracias, gracias porque
necesitaba esta boda para poder verlo, para poder ver que no eres más que una
persona, nada más.
La ceremonia me pareció preciosa,
algo realmente precioso, celebraste la boda en el aniversario de la muerte de
tu padre y no lo entendía pero, creo que durante la ceremonia fui capaz de
entenderlo, como dijo el druida “nuestros antepasados, esas sillas vacías
estaban con nosotros” y eso es lo que tu querías que tu padre estuviera contigo
aun el día que había muerto. Siempre he dicho que no tienes corazón, quizá el
problema es que tienes demasiado. Me partía el corazón verte llorar así, verte
mirar al cielo llorando, tu voz quebrada en los votos. Pero me prometí no
llorar, me prometí que eso no podía gustarme, no podía alegrarme de tu alegría.
Pensé no felicitarte pero mi
madre me llevó a empujones hasta ti. Diste dos besos a mi hermana y a mí me
abrazaste con fuerza y tras un suspiro te echaste a llorar. Creo que para los
dos fue un descanso aquel abrazo. Te duele lo que me hiciste, te duele lo que
te hicieron. Lo sientes, lo sé, pero no puedo decirte que te perdono solo que
no te guardo rencor. Esas lágrimas me hicieron sentir que no eras más que yo,
que no eras más que un niño asustado, que lo sigues siendo y que siempre lo
serás. Me hiciste mucho daño pero aquel abrazo fue un adiós. Ese abrazo me dio
la vida, en ese abrazo me liberé de ti. En la cárcel de ese abrazo rompí todos
los barrotes. Seamos felices, olvídame, yo te olvidaré, bueno, sé que no
seremos capaces de olvidarnos pero, al menos seremos capaces de seguir nuestra
vida, sin rencor. Cada vez que sienta rabia por ti recordaré esas lágrimas,
cada vez que me recuerdes como una niña indefensa recuerda que ahora solo
podrás tocarme si yo quiero, recuerda mi empujón, recuerda que yo mando, que yo
marco los tiempos y los momentos.
Esto suena a ruptura ¿verdad? No te
suena a ti también así, que tontería, pero te quiero, irracionalmente mi mente
quiere cuidarte, hacerte sentir bien, esa es la semilla que plantaste en mí y
es que si, esto es una ruptura y esas lágrimas, tus lágrimas fueron las
lágrimas del funeral de tu mejor amigo, fueron las lágrimas del saber que no
volverás a verme, son las lágrimas de que hemos muerto y ahora nos toca volver
a nacer.
Comentarios
Publicar un comentario